SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La propiedad de los medios de producción: determinante.-

 

Podríamos hacer un esquema muy simplificado.

            Este esquema comprendería tres escalones.

            Primer escalón:

Porque somos propietarios de los medios de trabajo, todo el producto nos lo apropiamos los trabajadores (como no tenemos empresario, todo es nuestro).

            Segundo escalón:

Porque somos propietarios de los medios de trabajo, la organización técnica del trabajo la decidimos los propios trabajadores (definición de tareas y distribución de las mismas). Somos los amos y por tanto los directores.

            Tercer escalón:

Porque somos los amos y directores de los procesos de trabajo, o sea, de la producción, somos los que damos el visto bueno a las instituciones. Todo el aparato institucional responde a nuestros intereses y persigue, en su funcionamiento de conjunto, nuestros propios objetivos.

Como se puede apreciar, el esquema se puede aplicar exactamente igual a la estructura social capitalista o a la estructura social socialista, al trabajo colectivo por cuenta ajena o por cuenta propia.

            Así lo analizó Carlos Marx y así lo seguimos nosotros.

            En este esquema está el esqueleto del capitalismo y el esqueleto del socialismo.

            Luego, ese esqueleto se rellenará de una manera o de otra; y así encontramos capitalismos desarrollados, capitalismos subdesarrollados, capitalismos en democracia, capitalismos en dictadura, capitalismos más conservadores, capitalismos más socialdemócratas; pero en todos ellos encontraremos el esqueleto que hemos analizado.

            Con el socialismo ocurrirá igual; habrá diversas modalidades, pero en todas ellas podremos reconocer el mismo esqueleto que señalamos. Hay que observar en este punto, que entre las variedades de socialismo que consideremos, no podremos incluir, ni al comunismo soviético, ni a la socialdemocracia. Y la razón es clara: en ninguno de ellos se parte de la base de que los medios de trabajo son propiedad de los trabajadores.

            La relación entre los escalones citados es la misma en uno y otro sistema.

            Marx pudo estudiarlos sobre la realidad, en el caso del capitalismo, y los estableció, las relaciones, en el orden que las hemos descrito. Entendemos que en la construcción del socialismo se guardará el mismo orden, y con la misma subordinación entre ellos.

            Como quiera que el sistema socialista no se monta sobre el vacío, sino que, como el capitalista, se desarrolla sobre otro sistema existente, el desarrollo inicial no  responderá a la visión que se puede tener de un sistema desarrollado.

            Como ya dijimos, sería como el desarrollo de un cerebro que se implanta en un cuerpo ajeno.

            De esta manera, el primer paso, el inicio del primer ciclo del primer proceso de trabajo colectivo por cuenta propia, no respondería exactamente a la forma en que lo hemos definido, sino que tendría, mejor, que tendrá, que adaptarse a las formas que ya encuentra establecidas en el sistema en que nace.

            Es decir, el sistema capitalista, en el pleno desarrollo de sus tres escalones, a lo largo de sus ciclos de reproducción, ha ido haciendo un “lugar”, le ha ido buscando una forma, unas funciones, al trabajo colectivo por cuenta propia; de tal forma que el grupo de trabajadores que quiere iniciar hoy, en nuestro país, un proceso de este tipo, se encuentra ya con la limitación de que no lo puede hacer como le parezca, sino que tiene que enfundarse en el traje que ya le han preparado.

             Y esto no es más que el inicio; puesto que en los ciclos sucesivos de su reproducción, se encontrará con todos los aparatos reproductores propios del otro sistema, a los que tendrá que adaptar sus propios principios.

            Y en estas tareas concretas consistiría lo que, con palabras más rimbombantes, sería la construcción del socialismo.

 

            A estas alturas del estudio que iniciamos en el Cuaderno I, ya podemos contemplar con mayor claridad (o esa era la idea), el panorama que se ofrece a unos jóvenes trabajadores que quisieran caminar por la senda del socialismo marxista.

            El primer escalón es la base: la propiedad de los medios de trabajo.

            Y esto, no sólo porque se coloca en el inicio; no sólo por estar en primer lugar. El primer escalón, además de hacer posible materialmente el proceso (no se puede trabajar sin los medios), es la matriz de los escalones siguientes; es el molde del que toman forma el segundo y tercer escalón.

            En el primer escalón está el mecanismo distribuidor del producto (la riqueza), de los conocimientos técnicos, y en último lugar (en última instancia, consideraba Marx) las formas de ver la vida, las formas de pensar, los valores, la moral, la ética, la cultura; que constituyen el segundo y tercer escalón, respectivamente.

            Estos dos escalones, segundo y tercero, disponen sus mecanismos distribuidores, sus canales de reparto, en correspondencia con la forma de distribución que les viene ya adoptada en el primer escalón. No tienen poder de decisión para disponer su forma de distribución.

            ¿Quiere esto decir, que quién dispone de la riqueza, dispone también de la distribución de los conocimientos técnicos, y del acceso a la alta cultura, así como a decidir sobre moral, ética, decencia, buen gusto y formas de  ver la vida?

            La respuesta es, naturalmente, afirmativa.

            El Marxismo vulgar, y los que de él se reían y se ríen, entendían esto de una forma bastante mecánica (si eres rico, eres sabio y decente), muy simplista.

            Nosotros ahora sabemos ya cómo funciona la reproducción de los procesos de trabajo, y sus pausados ciclos.

            Adam Smith dio en la tecla: sólo el trabajo crea valor.

            Dicho de otra manera: la riqueza nace, se crea, en el proceso de trabajo.

            Según la forma de ese proceso, por cuenta propia o ajena, la riqueza viene distribuida ya al producirse, de una u otra forma.

            La reproducción, en sucesivos ciclos, o se acumula, o pasa a “enriquecer” a los propios trabajadores.

            Y todo el aparato reproductor institucional y cultural comienza a distribuir saberes y formas de pensamiento en una de las dos formas indicadas.

            Esta es la cadencia, el ritmo, con que quien ordena el trabajo, quien da forma al proceso de trabajo, acaba ordenando, dando forma a los principales procesos (políticos, institucionales, culturales) que dan carácter a una sociedad.

            Y esto no se hace rápidamente, de forma mecánica, sino “a la larga”.

            Y es necesariamente a la larga por varias razones.

            Es la primera, el hecho de montar una empresa sin el respaldo (la experiencia, la seguridad, el crédito) de un empresario; el hecho de iniciar algo nuevo y desconocido, cuando lo lógico es inclinarse por lo que hace la inmensa mayoría de trabajadores; el hecho de romper con la idea de que el espíritu emprendedor es propio de los empresarios, no de los trabajadores (“yo prefiero ganarme mi salario y vivir tranquilo, las preocupaciones para el empresario”, se oye decir); es sobre todo, la inexperiencia.

            Los obstáculos se encuentran en los tres escalones que hemos citado, y además, estrechamente ligados entre sí.

            Estas mismas ideas que acabamos de citar, son producto de una experiencia que nos envuelve completamente y que la mayoría de los trabajadores de nuestro entorno comprueba diariamente. Trabajar “es” eso: la riqueza, el saber, el mando, es “siempre” de otro; el trabajador no pilla más que el salario, y que no falte.

            A eso le hemos llamado “una forma de ver la vida”, y a eso lo habíamos situado en el tercer escalón, pero vemos que tiene su raíz en el primer escalón.

            Esa forma de ver la vida (esa forma de pensar, de ver el mundo), empapa al trabajador de resignación, convenciéndolo de que no hay nada que hacer (“las cosas son como son”, y esto lo comprueba diariamente, no es una mala idea de su cabeza). Lo hace desconfiado, desilusionado, incapaz de ver otro horizonte. Lo castra intelectualmente, cortando cualquier posibilidad de iniciar nuevos caminos; caminos que, por otra parte, estarían al alcance de sus posibilidades.

            Vemos así, cómo la forma de pensar, de ver la vida, que crea en la mente del trabajador el hecho de trabajar como obrero (riqueza y saber “siempre” para el empresario) -o de ver trabajar como obreros a los compañeros-, esta forma de ver la vida, situada en el tercer escalón, influye a su vez en el primer escalón (en la posibilidad de convertirse en propietario de sus propios medios de trabajo, creando una nueva empresa).

            Esta pescadilla que se muerde la cola, tiene, sin embargo, su cabeza y su cola; es decir, ese conjunto de procesos enlazados y rotando constantemente (lo que hemos llamado la reproducción), tienen un centro alrededor del cual giran, tienen una matriz, un molde que les da forma, y esa matriz y ese molde es el proceso de trabajo que les sirve de base material; si ese proceso es por cuenta ajena, dará una forma especial a su reproducción; si es por cuenta propia dará otra forma a sus procesos de reproducción.

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